EL ÚLTIMO ALMENTI
El grupo de los Almenti se volvía fuerte; guerreros poderosos más parecidos a máquinas que a humanos, creados con un solo propósito: destruir.
El gran Almenta los había convocado a todos de nuevo, después de varios años. La reunión se llevó a cabo en una casa abandonada, a puerta cerrada, para planear el próximo ataque.
El grupo de los Almenti era brutalmente poderoso, no había fuerza que pudiera desafiarlos. Cada uno de sus integrantes había sido estratégicamente elegido desde antes de su nacimiento, por ello, cada año desaparecían varios niños de quince años de edad de distintos mundos, porque eran secuestrados para convertirlos en guerreros de la mente. Se les enfrentaba a varias pruebas de resistencia, soportar extremas temperaturas, hambre, sed y enfermedades hasta volverlos insensibles, poderosos, fuertes y talentosos en el arte de matar. Se trataba de un ejército que contaba con el arma más poderosa de todas: la mente humana.
La reunión comenzó con normalidad. El gran Almenta, vestido de una bata blanca con símbolos que sólo pocos entendían, era de mediana estatura y tenía una barba blanca que combinaba bien con sus ojos azules. El hombre, si podía llamarse así, se colocó al centro del espacio y miró atentamente al grupo que lo rodeaba. A cada uno le absorbió los recuerdos de los pasados tres años y después comenzó a hablar.
- Al parecer nuestro trabajo va caminando, tenemos a casi todas las dimensiones vencidas y sólo nos hace falta operar la misión final.
Al ver que nadie contestó nada, continuó.
- Los Almenti al fin dominaremos las siete dimensiones, sólo nos falta una por dominar, la más difícil, la tercera.
- ¿Quién será digno de ejecutar la tarea? – preguntó G-Almenti.
- He elegido cuidadosamente y se trata del último Almenti.
- Pero no hay último aún, se supone que nunca habrá un último.
- Pues habrá un último – contestó el Almenta –, aunque aún no haya nacido. Estará en la tercera dimensión.
- Tendremos que esperar por lo menos quince años a que podamos raptarlo, es mucho tiempo.
- Lamento informarles que tendrán que esperar un poco más, el último de nuestra clase no nacerá hasta dentro de 300 años.
- ¡300 años!, pero eso no es posible, no viviremos 300 años más.
- Solemos vivir 1000 años, G-Almenti.
- Lo sé – contestó este aún enojado –. Sólo era una expresión. Es demasiado tiempo.
- No hay que discutir, la tercera dimensión la dominará el último Almenti y ya lo he decidido.
Así pasó el tiempo, hasta que llegó el 19 de abril del año 3100, día en que nació el último Almenti. Le llamaron Edeligh, nombre muy común en la tercera dimensión. Tenía cabellos oscuros y ojos grises. Creció junto con dos hermanos mayores y una hermana menor; tenía un carácter muy alegre y optimista.
El día de su décimo quinto cumpleaños todo cambió para él. Salió de su casa con paso normal y se dirigió a la casa de su mejor amigo, aunque en el camino se topó con un extraño.
- ¿A dónde crees que vas, niño? – habló el hombre.
- A la casa de un amigo – contestó éste.
- Pues vas a tener que olvidarte de tus planes y acompañarme, tenemos mucho de qué hablar – dijo tomándolo por un brazo.
- ¿Qué le pasa? – gritó Edeligh soltándose –. No voy a ir a ningún lado.
- Mira no tenemos más tiempo, hemos esperado ya 315 años y no esperaremos más, ¿entiendes? Eres el último de nuestra clase y el único que puede salvarnos de la extinción.
- ¿De qué rayos habla?
- ¿Acaso no conoces las profecías de Cadá? Cuando se hayan dominado todas las dimensiones habrá una guerra, una guerra fatal donde todos los de nuestra clase moriremos. Tú eres el último, si logras sobrevivir eres el único que puede salvarnos.
- Creo que se han confundido de persona yo sólo soy un …
- Almenti.
- ¿Al qué?
- Almenti, eso es lo que eres. Un guerrero de la mente. Ahora si me sigues te llevaré a la dimensión cero.
- No quiero ir allí.
- Por supuesto que sí, eres el último Almenti y debes entrenarte.
- Pero…
- ¡No estoy dispuesto a perder otros 300 años por tu necedad!
El extraño tomó a Edeligh de la muñeca y lo llevó a la fuerza hacia su nave espacial, ignorando los gritos del adolescente.
Al llegar a la dimensión cero los recibió el gran Almenta con una sonrisa. Miró al muchacho de arriba a abajo y comenzó a atacarlo mentalmente. Un gran dolor de cabeza sorprendió a Edeligh y pronto tuvo que ponerse de rodillas al perder las fuerzas para mantenerse de pie. El Almenta lo torturó cruelmente, aunque Edeligh gritaba de dolor, ya que el hombre se proponía dominarle el pensamiento.
Al fin Edeligh se rindió.
- De acuerdo, de acuerdo, soy un Almenti, enséñenme lo que debo saber.
El Almenti encargado de su secuestro, G-Almenti, se convirtió en su tutor. Comenzó a enseñarle todas las artes de la mente. Leer el pensamiento, hablar telepáticamente, bloquear su mente a intrusos con barreras mentales, dominar el pensamiento y matar. Edeligh aprendió bien, cada vez que no hacía algo a la perfección le robaban un pedazo de su memoria e identidad, hasta que cuando hubo completado el entrenamiento, tres años después, apenas recordaba su vida pasada y su verdadero nombre, ya que le habían llamado X-Almenti.
Cuando estuvo perfectamente bien entrenado y pudo sostener un duelo con el mismo Almenta y salir victorioso, se le fue encomendada la misión para la que había nacido. Dominar la tercera dimensión, sobrevivir a la guerra y continuar con la segunda generación de los Almenti en el universo futuro.
X-Almenti viajó a la tercera dimensión y comenzaron los ataques. Estrategias militares, emboscadas, bombardeos, asesinatos y persecuciones. La guerra duró tiempo considerable y poco a poco iban muriendo los Almenti, hasta que sólo quedó uno, el último. La tercera dimensión estaba casi destruida para esa época, las enfermedades y la pobreza se habían extendido hacia todas direcciones y X-Almenti necesitaba recursos para subsistir. Se encontraba tumbado sobre la arena, con los rayos del sol nublando su vista y suplicando por agua.
Una muchacha que pasaba por ahí lo vio y sintió compasión por él. Le pidió a sus hermanos que le ayudaran y lo metió a la casa, curó sus heridas, le dio de comer y beber y una cama donde dormir.
- ¿Por qué haces esto? – le preguntó él a ella cuando casi se hubo recuperado.
- No lo sé – contestó ella sinceramente -. Desde que mi hermano desapareció hace muchos años viajo de aquí para allá con la esperanza de encontrarlo. Te vi ahí sufriendo y te ayudé, eso es todo.
- Has de haber querido mucho a tu hermano, ¿cómo era?
- Era mayor que yo, tenía pelo negro y ojos grises, como toda nuestra familia, pero era demasiado bueno como para que algo malo le pasara. Se llamaba Edeligh. </ul class=”vin”>
En ese momento X-Almenti comenzó a recordar su vida pasada, lo que una vez había vivido.
- ¿Qué te pasa? – preguntó la chica con curiosidad – ¿Estás llorando?
- Creo que sí. No sé lo que me pasa, quizá sea el golpe que me di en la cabeza, pero me suena muy familiar el nombre, como un recuerdo de una vida pasada.
- ¿Quién eres tú?
- …Soy el último de los Almenti.
- No puedo creerlo, no debí de haberte recogido desde un principio. ¿El último de los Almenti? Querrás decir el traidor de la tercera dimensión. Vete, no eres bienvenido en esta casa.
- Pero si antes de saber quién era estábamos muy bien.
- Estábamos. Vete de aquí, no quiero volver a verte jamás – gritó llorando.
- ¿Qué te pasa?, ¿te he hecho algo malo?
- Nada más nos traicionaste a todos. Por tu culpa comenzó esta guerra, por tu culpa muchos inocentes han muerto y por tu culpa mamá se volvió loca.
- ¿A qué te refieres?
- ¿No sabes quién fuiste o sí?, te lavaron el cerebro, ¿verdad?
- Yo soy un Almenti y siempre lo fui, que me confundas con tu hermano no es mi problema, quizá él haya muerto hace mucho tiempo.
- Tú eras mi hermano Edeligh, tú eras mi hermano mayor. Lo supe desde que dudaste para decir quién eras. Siempre fuiste así, muy cuidadoso para pensar lo que decías. Pero ahora veo que me equivoqué por buscarte tantos años, te has convertido en algo que jamás se acercará a lo que fuiste, eres ahora un guerrero, un guerrero que nos dominará y aniquilará a todos.
- No tienes que hablar así, yo sólo vine a arreglar las cosas.
- ¿Eso es lo que crees? – preguntó ella aún llorando –. ¿Eso es lo que te dijeron? Pues no es así, sólo has venido a causar problemas, será mejor que salgas de aquí.
Ella lo empujó hacia la puerta, la cerró en sus narices y le puso el seguro. Al cabo de unos instantes Edeligh se retiró con un gran sentimiento de culpabilidad, pues se había tratado de su hermana.
Después de ocho días llamaron fuertemente a su puerta. Ella la abrió y por ella entró uno de sus hermanos mayores.
- No adivinas lo que ha pasado hermanita, la guerra ha terminado, estamos a salvo.
- ¿A salvo?, ¿pero cómo?
- ¿Recuerdas al último de los Almenti?, pues yo no creía tanto en las profecías de Cadá, ¡en verdad fue el último! Se suicidó ayer en la noche, sólo dejó un mensaje diciendo que lo sentía mucho. ¿Te lo imaginas? Estamos a salvo, seguiremos con vida, ¿no es fantástico?
FIN
Presentado como una tarea en la clase de literatura de tercero de secundaria. Dos años antes, también nos habían dejado de tarea escribir un cuento de tema libre y presenté “Ganar no lo es todo”. Otro cuento que presenté en tercero de secundaria fue “Volcanus”.